23 de enero de 2011

La libertad no es blanca o negra

Tengo la costumbre, para algunos interesante y para otros aburridísima, de leer en Internet las principales noticias del día. Leyendo el diario La Nación, que no se corresponde con mi perspectiva de las cosas (en particular política) pero que aún así considero respetable, encontré numerosas notas durante la última semana acerca de los escándalos sexuales de Silvio Berlusconi en Italia. No me alarma el comportamiento del premier italiano. Mejor dicho, no me extraña. El mundo de la política y el de la mafia está plagado de casos así, donde el millonario contrata menores para sus multitudinarias orgías. Es más, tales fiestas son fantasía de más de una persona, de modo que cuando alguien puede hacerlas realidad llega a provocar hasta cierto hálito de admiración. No obstante, el tema al que me referiré en este posteo no pasa precisamente por la conducta del "cavaliere", sino por la perspectiva opuesta, la de los que somos espectadores de esta conducta. Sorprende como el mundo, no sólo la misma Italia sino el mundo todo no ha siquiera intentado inmutarse frente a esas despreciables noticias.

Es curioso como, con el paso de la historia, el mundo pasa de las escandalosas orgías romanas a la imperecedera castidad de la Edad Media, para volver a un claro escenario libertino en la actualidad. Son ciclos en los que la masa humana va del blanco al negro, y vuelve al blanco. Pero eso no es muestra de la individualidad sino de la masa, precisamente. Y es ahí donde entra el valor de la libertad, esa palabra tan pregonada desde hace siglos. Estoy seguro que el mundo entero desconoce el valor de la libertad, es algo que no se valora hasta que se lo pierde. ¿Somos libres? Bueno, depende de qué hablemos. Del dinero, por ejemplo, no (y es algo de lo que probablemente nunca nos liberemos). Ahora, volviendo al tema de la sexualidad, ¿somos sexualmente libres? Ahí es donde tengo serias dudas. Porque es un asunto en el que los seres humanos somos por lo general fácilmente influenciables. Los adolescentes tenemos cierto margen de justificación, es una edad de inseguridad y desconocimiento donde el hecho de imitar al resto es una vía de escape al desconocimiento natural, pero que el común de la gente, desde chicos hasta adultos, basen su desempeño en base a lo que el común de la gente teóricamente impone, es preocupante. Creo que la responsable máxima de todo esto es la globalización, todos vivimos conectados con todos, podemos ver a todos, podemos juzgar y medir a todos. Esto lleva a acomodar a la gente a un estándar generalizado, de repente todos vamos caminando para el mismo lado porque "es lo que todos quieren de nosotros". 

De ahí que en los boliches se hagan fiestas del dólar, esas donde las chicas cambian "dólares" por besos, a modo de pseudo-prostitución, o que se paguen operaciones de lolas (como valor agregado a una mercancía, las chicas en sí), que se acuesten con patovicas para pasar gratis, etc. El uso indiscriminado del alcohol para "caer bien", el consumo de drogas para ser aceptado, el darle más importancia al Facebook que a la vida misma. Porque, y he aquí otro de mis argumentos, Facebook es una red social que como tal disminuye nuestra libertad. Si bien su uso es totalmente opcional, es obvio que el ser miembro de esa comunidad virtual es un inconveniente. En primer lugar, es adictiva. Lo he comprobado, el tiempo en Facebook pasa sin que te des cuenta (intencionalmente, obvio). En segundo lugar, elimina nuestra privacidad, no por los datos personales en sí, sino por lo que se publica. Si bien hay ciertas barreras, no del todo eficaces, para proteger la privacidad, es muy probable que lo que uno haga sobre esa red quede a la vista de un tercero siempre, y que ese tercero si es de su interés, lo difunda indiscriminadamente. Finalmente, los datos personales, por más falsos que sean, pueden averiguarse investigando a aquellos contactos que sí sepan los reales, y nunca falta alguno.

Y del sexo y el alcohol. Señoritas, hagan de su vagina lo que se les cante. Pero aclaro, no es realmente seductor verlas transando a cualquier pendejo que pasa por ahí, porque entonces tenemos que asumir que un beso nuestro para ustedes va a valer lo mismo que  los demás: NADA. Y a mi personalmente me encanta el TODO. Es esta, por ende, una incompatibilidad insalvable (sin alcohol). Claro, el alcohol tan mágico que nos deshinibe de absolutamente todo. Primero, ¿que tan grande tiene que ser nuestra debilidad para caer desde tan temprano en borracheras deshinibitorias? Segundo, ¿si no hacemos "lo que se debe" cuál sería el problema? Y parecieran ser actitudes adolescentes, simples actitudes adolescentes. Pero no, son actitudes frente a la vida que se asientan y adoptan para toda la vida (salvo contados casos). En el trabajo, en la facu, en donde sera: lo que el resto establece que es correcto, justo o conveniente. ¿Hasta cuando? No sé, si dependiera de mí sería un poco más anárquica la situación, pero de todas formas y pese a lo visto, si ser libre es hacer lo que uno quiere (dentro del marco de la ley, aclaro) sin importar lo que el otro quiere, entonces la libertad es un valor indispensable pero en retroceso. 

¡SEAMOS LIBRES, LO DEMÁS NO IMPORTA NADA! 

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