14 de enero de 2011

Actitud zen

Una tarde realmente especial. Llegué tarde, realmente tarde a casa, bien pasadas las 11, pero valió mucho la pena. Llegó mi querido toto a casa, mientras entre mi vieja, mi hermana y yo discutíamos por boludeces acá. Sí, es nuestra mala costumbre, discutir por tonterías. De todas formas me fui con Toto a su casa con la idea (claramente equivocada) de volver tipo 8 a casa. Pero nos sentamos en su patio a charlar, y hermosamente se fueron las horas, en un ambiente claramente zen, new age o como les guste. Había reggae bien tranquilo, un salame y queso mar del plata, y silencio. Y charlamos un buen rato de esas cosas de la vida. Toto está sumergido en una envidiable actitud zen ante la vida en estos días, y realmente aplaudo eso. No sé cuántas veces brindamos pero estuvo genial. La actitud zen es sencillamente tomarse las cosas con calma, cuando no requieren de alarma. Entonces, ¿qué no requiere alarma? ¡TANTAS COSAS! Pero hay algo en particular que realmente no la requiere: mujeres. Sí, lo sé, bastante predecible pero... ¿qué otras cosas nos pueden preocupar en esta etapa de la vida? Sí, todas boludeces. Que la ropa, que este arito, que esta cadenita. ALL THAT IS SHIT! (Internacionalicemos el blog un poco de paso). Porque saben qué, este sábado prefiero ver a mis abuelos, que no sé cuanto tiempo más voy a poder verlos (sinceramente), antes que estar como un pelotudo en un boliche de baja gama por ahí. Ya voy a salir nuevamente a la noche, a no alarmarse ;-). Porque antes que perderme por una mina prefiero pensar un poco en mi bienestar y en el de los que realmente me quieren. Ah señores, no recorro las calles de Caseros buscando culos. Penosamente no he sido sincero ni conmigo mismo ni con los demás porque, sí, me encantan esas cosas tan "chanchas", pero no es lo único. 

Desde que tengo memoria, han habido lindos y feos momentos, pero lo peor que hice fue tragar todo, ocultar tanto. Estalló, naturalmente. Hoy, estoy en una etapa de reconstrucción que requeriría más de zen que de fuego, pero soy así. Qué lindo sería si tuviera un mágico equilibrio para el estrés, esa medida justa para todas las cosas que en realidad no existe. Habría que ser un monje budista para tener ese placer. Pero de todas formas, la idea de una mentalidad tranquila, relajada, es emocionante. Me hubiera ahorrado un ecocardiograma (hoy me río pero fue bastante feo). Igual, algo claramente positivo ha motivado esa filosofía en mi amigo, ya que tiene serios motivos para alegrarse. Y yo también. Pensándolo bien, si buscamos encontramos sin mucha dificultad un buen motivo para alegrarse, aunque varían las perspectivas. Somos afortunados de no tener dificultades para ello. Pero no, no terminó nada, sólo han empezado muchas cosas muy interesantes. Ya llegará aquel momento en el que pueda decir, como bien cantara Bette Midler, you are the wind beneath my wings.

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