26 de enero de 2012

Alegría en una modernidad gaseosa

Éste es la primera entrada en el blog de todo este 2012. Y estaba pensando en muchas cosas antes de escribirla, de hecho la hubiera escrito antes, pero creo que acerté al posponerla, porque ahora sí tengo algunas cosas que decir. Antes que nada, como son mis primeras palabras de este 2012, lo mejor es empezar contando cómo empezó el año. Y debo reconocer que empezó así: obstáculo - resolución. Pequeños inconvenientes que se resolvieron rápido. La semana anterior estuve en Villa Gesell, y tuve mis primeras vacaciones en serio desde 2004 y las primeras que pagué por mi cuenta. Pero estuvimos al borde de no ir a ningún lado. Y así con otros asuntos que no mencionaré públicamente, que se resolvieron también. Y salió todo como se preveía... pero me quedó algo en el tintero. ¿Por qué no cambiar un poquito de filosofía? ¿Por qué no dejar que algunas cosas se resuelvan solas?

Tengo cierta tendencia a la obsesión, y para mí es un pecado capital dejar que las cosas simplemente sucedan; evidentemente me estoy equivocando porque también estoy impidiendo que algunas cosas muy importantes sucedan. He impulsado muchas, pero reconozco que me siento un impedimiento para muchas otras. Y no puedo correrme a un lado porque el beneficiario soy yo. Disfruté todo lo que pude la costa y realmente estuvo genial. Pero de vuelta acá la intranquilidad típica de mi cabeza ha vuelto, y mis inquietudes no me dejan tranquilo. ¿Pesan tanto para que valga la pena? No. Es simplemente algo que tengo que modificar, porque el peligro de saturarme es alto. Pero estoy satisfecho, al menos por este principio de año. 2011 terminó muy bien y 2012 empezó también de esa forma. 

Sí hay algo que me inquieta, y es la distancia abismal que siento que me separa de mis coetáneos. Recorrí con amigos toda la noche allí en la costa y encontré gente muy buena onda, pero no pude evitar sentir cierto rechazo de algunas miradas. No sé si prefiero que haya sido realmente así o que sean falsas ilusiones mentales. Quizá algo de las dos cosas, pero puedo ser optimista. No me gusta admitir que con la propia aprobación no alcanza para sentirse valioso (algo pendiente para muchos), pero al menos es algo que progresa. Y encuentro la causa de ese "rechazo": la superficialidad. Porque muchos somos víctimas de esta modernidad ya no líquida sino gaseosa, donde se ve la corteza e importa solamente la corteza. Y a personas complejas como yo eso nos resulta una condena fulminante. 

Entonces decidí que 2012 sea el año de la alegría, porque frente a tanta prédica vacía de que se viene el fin del mundo, yo espero que se venga el comienzo de muchas cosas increíblemente buenas. Ademas los mayas jamás dijeron que se acaba el mundo, sino su calendario. Esto para los que creen que esos canales yanquis de documentales siempre dicen la verdad.

Entonces, ALEGRÍA.