29 de agosto de 2010

El amor es una economía

Estaba hace unos meses contándole a Toto una idea que se me había cruzado por la cabeza, que dice que el amor es como la economía. ¿Nunca pensaste en Wall Street? Sí, ese lugar lleno de especuladores donde te pueden levantar o hundir en dos minutos cambiando papelitos (qué poco vale la vida eh!). Bueno, situate mentalmente en ese espacio narcotizado de gente intercambiando mucha pero mucha guita. ¿Te das una idea del estrés del ambiente? Bueno. Estaba pensando que quizá (y esta es una de mis ocurrencias flasheras que terminan teniendo sentido) todos participamos de circuitos o sistemas similares. Saqué esta idea de ver cómo siempre el famoso temita del amor, que ya en un posteo anterior desarrollé, termina pareciéndose bastante a un intercambio de mercaderías, al menos a esta edad y en esta época. Suena frío, lo sé. Pero detengámonos a pensar, que es el objetivo de este espacio.

¿Qué es, sino, un boliche? Un lugar para divertirse y levantar minas/chabones, seguro... Bueno, esa es la idea. Porque en esta sociedad indefectiblemente organizada en estructuras rígidas pero invisibles, terminamos siendo parte de un ida y vuelta de:


La oferta me gusta:
cómo me calienta esa hdp!

La adquisición cumplió con las expectativas:
no sabés como me/nos... (el resto queda a criterio del lector, bajo cumplimiento de las normas de conducta que impiden poner guarangadas en sitios públicos como este).

Compraron muchas de mis acciones:
ay no sabés, me comí seis chabones, estando mi novio en Buenos Aires.

Fundió mi empresa:
ese gato parecido a Cristiano Ronaldo se las llevó todas y nos dejó secos!

Soy millonario: cuánta mina que tengo, jejeje (puede ser una falaz mentira).


Burbuja especulativa: ¡SOY DIOS! (han pasado por tu vida muchas personas buscando sexo, se te infla el ego como una burbuja).

Cualquier parecido con Wall Street es pura coincidencia. Porque las personas, por esta deshumanización a la que el sexo (o amor) es actualmente sometido, nos hemos convertido en objetos de los demás, quienes a su vez pretenden "aprobar" las exigencias del mejor postor, como en una Bolsa de Valores. Entonces, ¿por qué tengo que hacerles caso a los que dicen que para ganar el remate (ustedes entienden) vaya al gimnasio o que me haga un arito, o que, mejor aún, me ponga soberanamente en dope todos los fines de semana? Deberíamos gritar entonces a los cuatro vientos, lo siguiente: ¡YO NO SOY NINGUNA PROPIEDAD, SEÑORES! ¡SI PRETENDEN ALGO POR EL ESTILO, GÁNENSELO! Hoy en día, con esas declaraciones, tu hambre de voracidad sexual o tu necesidad de mimos cariñosos se pueden extender una década (tiempo sujeto a revisión). Pero si, en cambio, el éxito de toda tu vida ha sido recorrer con gran pompa todos los boliches del país, seguramente el ego volará mejor que cualquier aerolínea, lo que se asemeja a una burbuja especulativa en la Bolsa. Pero cuidado, ningún extremo es bueno, porque si caes en una de estas, tarde o temprano se va a reventar, porque una burbuja es una mentira, una mentira creada para tener con qué sostener tu felicidad. Porque hoy me tomo el trabajo de mostrarte como viviendo en Facebook o de joda permanente ALGUIEN TE QUIERE, es muy probable que te equivoques. Yo también me equivoco, ojo. Soy humano (aunque no quiera serlo) pero también tengo conciencia de que ninguno de los que te rodean te van a despertar, si ese es tu caso. Porque están todos sedados, dormidos frente a la impotencia por no poder mejorar o cambiar directamente sus vidas. Ahora, si joden y estudian o trabajan, perfecto. Quiero suponer que tienen cabeza para reconocer lo artificioso de sus métodos. Sí, el sexo es delicioso (o eso quiero creer), pero seamos sinceros, ¿vale la pena terminar convirtiéndose en una mercadería por un placer que no lo requiere? Porque les aseguro que los que somos tildados de amargos o fríos, podemos hacer hervir hasta el nitrógeno. Y no nos hemos dejado cagar por ese Wall Street que es lo que llaman "amor" en estos días...

24 de agosto de 2010

Te llaman porvenir porque no vienes nunca...

Era una de esas mañanas caserinas, simples, que caminás con una paja terrible propia esta vez no de un desgano, sino como muestra  de una tranquilidad que muchas veces pretendemos y pocas veces llega. Como todos bien sabemos, una vez que concretamos nuestros objetivos, sólo hay que disfrutar con la gratificación de que alcanzamos nuestras metas. Ahora bien, ¿por qué en esos momentos en los que debemos demostrar satisfacción sólo estamos a la expectativa de cómo superar el escollo que sigue? ¿Será porque vivimos inmersos en un frenesí de constante superación? ¿Nunca te preguntaste qué querés superar? ¿A dónde querés llegar? Por eso es que me detengo a pensar, tomándome ese tiempo que no mucha gente de nuestra edad aprovecha, sin llegar a saber si estoy equivocado o convencerme de que haciendo las cosas pausadamente, y bien pensadas, puedo llegar a lo que quiero. Puedo decir que tan mal no me va, sin olvidar que mucho también falta, pero llego a la idea final en este texto de que en verdad nadie sabe cuál es el "futuro", ya que creo que éste es una cadena de "ahoras" que nos estamos perdiendo porque buscamos algo en la proximidad que ni siquiera sabemos si va a llegar. Justamente, por eso lo llaman porvenir: porque no viene nunca.

22 de agosto de 2010

La esperanza es lo último que se pierde

Este fue para mí un fin de semana mustio. Aburrido. Pero como siempre, interesante. ¿Por qué? Porque llegué a una conclusión importante: sólo cuando hemos perdido las ganas de cambiar las cosas, éstas se vuelven definitivamente imposibles. Se preguntará usted, entonces, qué pasó para que llegara a este pensamiento. Creo (aunque no estoy seguro) que fue un poco de tristeza lo que me pintó de gris mis últimas horas. No tuve ganas de salir, ni de estudiar, ni de nada. Llegué a dormir una siesta esta tarde, y es muy raro que duerma una siesta un domingo. Pero esa pena, ese leve pero persistente pesar que me invadió, más allá de sus causas que no pienso discutir acá y quedará para mi intimidad, siempre que viene se va dejando detrás algo. No siempre algo bueno. Pero esta vez, deja inclusive antes de irse, la certeza de que si quiero desaparece. La certeza de que siempre que llovió, paró. Y que no tengo que pretender que el sol salga por el oeste mañana. Porque no lo va a hacer.

Es domingo a la noche, tarde. No me pregunten por qué escribo esto, pero tenía pendiente postear algo este fin de semana. Porque no fueron 48 horas comunes y corrientes. Fueron algo así como una sinfonía en gris mayor. Siempre vuelve el fantasma del miedo cuando me pregunto qué es lo que me impide vivir. Claro, ese hijo de puta del miedo. Esta delimitado dentro de mi cráneo, nadie me lo pone. Cómo hacerlo desaparecer por si solo, no lo sé. No creo que se pueda. Tendré que padecerlo hasta que un día logre valorarme de la forma correcta y se me ocurra ir por lo que quiero. Eso (o esa) que quiero, es tema de otro posteo. 

19 de agosto de 2010

¿Serémos caníbales, che?

Estaba en otra de las tantas horas aburridas de la escuela, de esas en las que encima que no tenés nada que hacer (o para hacer), tampoco tenés de qué hablar... obviamente nada divertido. Si no había nada de qué hablar, para qué hacerlo, ¿no? No hablé más y me quedé pensando, o como bien dice nuestra suerte de eslogan, "intentando pensar", y ahí me quedé en uno de esos períodos en los que, viste, escuchás a todos y no escuchás a nadie al mismo tiempo. Fue ahí cuando después de un rato de pensar, y de casi llamar a los bomberos por haber hecho laburar la croqueta en una hora de clase, me despierto de esa nube de pensamiento y casi orgulloso, sólo digo "ahí está", Gonza al lado mío sin entender un carajo. Le conté lo que estaba pensando.
Al principio, me veía mal, y él también a mí, más todavía cuando sin llegar a decir casi 5 palabras dije una mágica: Facebook. Pero... no sé cómo seguí contando y siguió el tema. Planteé la situación, esa muy típica cuando una de ustedes, muy consciente de su poder de atracción de miradas, sube una foto que va a dar que hablar.
Vos, chabón, por otro lado, entrás al Face, y sin tener en cuenta que te quedaste tildado como Pentium II de biblioteca, mirás la fotito, tenés la misma reacción tan espontánea y muchas veces poco delicada, que van a tener también, todos los que la miren después de vos. Ahora bien, mirás por debajo de la foto y dice "Ver los 72 comentarios". "UHHH, Y COMO PARA QUE NO LOS TENGA, ¿NO?". Y lees sólo por curiosidad, o no tenés nada que estudiar, o estás al pedo, en fin vos sabrás. Lees todos los comentarios, todos de tipos obviamente, desfiles de guarangadas mas grandes que los de Giordano en Punta...
Todavía habiendo leído, querés comentar con la esperanza de que ese 73 sea el que la mate. Decís "con esto me la gano" (Internet, no te olvides). Ellas en cambio, ¿tenés una buena foto de perfil? No van a haber 156 comentarios de tu foto como esperás. Pero, en ronda de amigas no sabés... Capás te llevaste la ovación de tu vida y vos ni enterado, se llama mesura, qué se yo, esa que a mí también me falta, no me hago el superado, para nada, pero podemos intentarlo, quizá nos va mejor. ¿Podemos o seremos caníbales, che?

18 de agosto de 2010

La ilusión vale cuando la realidad la toma de la mano

Este posteo va para vos, que aunque perteneces al blog, probablemente nunca vas a escribir nada. Esto te lo dice alguien que viene rengueando en las cuestiones de la suerte, pero que entiende que en esos momentos de locura se pueden hacer estupideces. NO TE ILUSIONES antes de tiempo, no vueles antes de calentar los motores. Pensá. Sentí. No quieras cruzar el Mar Rojo sin ayuda divina. No te olvides de tus raíces, pero más que nada, no te olvides que la ilusión es hija de las emociones y madre de las decepciones.

P.D.: también tenía que dedicarte unas líneas a vos, que te persiguen unos fantasmitas. Cuando tengas la oportunidad de hacer una introspección, de verte realmente como sos, de lo valiosa que sos para mi, vas a entender por qué tus lágrimas no merecen recorrer tus mejillas hoy.